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Educación y Música

Adonai Carballo Rodríguez, Diego Domínguez Álvarez y Matías Zabaleta García La Orotava / Santa Cruz de la Palma - 31/12/2013
Ayer y hoy

Atenas, año 324 a.C.

Ceo recorre el ágora. Avanza lentamente por la bulliciosa plaza, observando distraído los puestos de los mercaderes.

 

Acababa de presenciar la primera clase de los jóvenes en la palestra; observó expectante como los muchachos atenienses se ejercitaban en el pentathlon, el recinto dónde se los instruía con el propósito de empezar a fortalecerlos físicamente y  aprender los  secretos del noble arte de la lucha de la mano de su maestro. Poco a poco, los iniciados iban curtiéndose y adquiriendo la disciplina necesaria que los desarrollaba física y espiritualmente.

 

            A primera hora de la tarde sería él quien abriría la ceremonia de la areté en condición de profesor de música. La areté espiritual era el compendio de conocimientos impartidos por los citaristas, y englobaba la poesía, la música y la danza. Esta educación tenía un efecto catártico en los jóvenes, todo ello con el propósito de ennoblecer el alma de los estudiantes. Esta educación se les aplicaba a los jóvenes de Atenas a la edad de 16 años, paso que consideraban marcaba el tránsito de la infancia a la adolescencia.

 

Ceo depositaba esperanzas en el futuro de la juventud ateniense; comprendía que era esencial cultivar valores como la disciplina entre los jóvenes para que estos alcanzaran la sabiduría. Ello aseguraba unos futuros ciudadanos que promoviesen la prosperidad y el desarrollo de la polis. Admiraba la ardua labor de formación que llevaba a cabo la polis con los muchachos. Se enorgullecía al participar en esta metamorfosis y fomentar entre los jóvenes honorables virtudes, consideraba que desempeñaba un papel esencial en la mejora de Atenas.

 

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